lunes, 16 de febrero de 2009

paseo por el molinon

Antes de comenzar el partido, durante el calentamiento del Real Madrid, un número indeterminado de inconscientes seguidores del Sporting coreó "¡Raúl, jubílate!". Al escucharlo algunos pensamos que aquello era una imprudencia de consecuencias incalculables, pero Raúl las calculó: dos goles. Deberían repartir instrucciones a las puertas de los estadios con algunas recomendaciones básicas. Entre ellas, no subestimar al contrario, más aún si es delantero y especialmente si se llama Raúl. Hay futbolistas que sólo necesitan una razón o una venganza. Y a esos no conviene mentarles ni la edad ni el parentesco.

Dicho esto, habrá que señalar que el Madrid pasó por encima del Sporting de modo inmisericorde. Lo que se presentaba como un intenso duelo, jaleado por un estadio rebosante, se convirtió pronto en un monólogo incontestable. Como suele ocurrir en estos casos, es difícil distinguir cuántos méritos hizo un equipo por imponerse y cuántos deméritos acumuló el otro para ser avasallado. Habrá que concluir, para ser justos, que todos pusieron mucho de su parte.

De lo que no cabe duda es de que la victoria del Madrid es más significativa que las siete anteriores. Primero, por las bajas, que obligaron a un rediseño del equipo; después, por la goleada, por la generosidad que representa.

El triunfo, por supuesto, también eleva la figura de Juande. Tuvo que tomar muchas decisiones y sacó nota en cada una. Alineó a Huntelaar de ariete y el holandés se lució con un gol y con otro, más hermoso aún, que fue mal anulado por el asistente (sobran las banderas acusadoras, deberían levantar el dedo, el índice). Para rizar el rizo, el entrenador colocó a Marcelo de interior zurdo y el chico también brilló. Quien fuera lateral espumoso se reveló ayer como un centrocampista largo y optimista.

Lo cierto es que la remodelación táctica fue un éxito. Con Marcelo por la izquierda, Juande cubrió la banda derecha con las entusiastas incorporaciones de Sergio Ramos, de modo que Higuaín se liberó de tan engorrosa tarea. La conclusión es que cada delantero jugó de lo que quiso. Huntelaar de ariete, Raúl de segundo punta e Higuaín de genio sin ataduras. El resultado es que el equipo se hizo más ágil y un punto más audaz. La paradoja es que nada servirá cuando se recupere Robben. El consuelo es que hay una alternativa y el desconsuelo para el animoso Faubert es no entrar en ella.

La piedra. Quisiera hablar del Sporting y reconocer su temporada, su ilusión, corresponder a la alegría de sus seguidores y destacar ese estadio que nos embellece la Primera División. Pero no resulta fácil. El Madrid aplastó al Sporting y la escena recordó a esas piedras que se precipitan sobre el dibujo animado (generalmente el coyote) y lo dejan convertido en un cimbreante folio. La suerte del Sporting es que, hasta después de los peores accidentes, el coyote recupera su ser.

Ignoro qué pudo suceder para que el equipo de Preciado no se manifestara hasta los últimos diez minutos del partido. Fue entonces cuando Matabuena envió dos remates que silbaron junto a los palos de Casillas y fue también en esa última recta cuando Barral estrelló un disparo rabioso contra el poste. Lo de antes, el repetido desacierto y la fofez, sólo lo puede explicar la maléfica alineación de los planetas, Marte con Júpiter y ambos en la casa de Oviedo. El Sporting parecía tan manso que ni espantaba las palomas.

Para el Madrid, insisto, fue un cuento de hadas, una luna de miel. Raúl abrió el marcador al aprovechar un centro de media volea de Sergio Ramos. El capitán golpeó del único modo posible, de un toque, con la zurda precisa y firme. En la misma jugada se reunieron dos milagros: Raúl superó los 307 goles de Di Stéfano y Ramos resucitó de entre los muertos.

El segundo tanto fue obra de Huntelaar y vale tanto como las obras completas de Freud. Higuaín prolongó un balón aéreo y el junco holandés burló con oficio la salida de Lafuente. En el tercero Higuaín mejoró la asistencia. Todo arrancó de un robo del inconmensurable Lass Diarra. El contragolpe resultó un relámpago y un taconazo de Higuaín lanzó a Marcelo, que resolvió con templanza insospechada.

Raúl cerró la cuenta, pero el movimiento volvió a encumbrar a Higuaín. El argentino bajó con el empeine un balón que era pulga y luego se hizo un hueco para el disparo. El error de Lafuente en el blocaje lo condenó el capitán en los terrenos que le pertenecen.

Ahí quedó todo. El Madrid se regaló un motivo para soñar. El Sporting ya habrá aprendido a olvidar tardes así. Cuando levante el telón de nuevo todos repetirán el nombre de la película del club: "Volver a empezar".

El detalle: octava victoria con Juande

El Madrid de Juande sumó ayer su octava victoria consecutiva en la Liga, igualando la mejor racha del Madrid de Schuster, que enlazó ocho triunfos en el pasado campeonato. Además, el equipo blanco es el mejor de la Liga en lo que va de 2009: ha sumado los 21 puntos.


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